¡Ho! porque tan mísero sufrimiento, y para que este tortuoso, casi, el vivir así,
es lamentable y humillante
me siento ahogada por una niebla de desesperación.
Mis lágrimas no caen, ¡oh! ¡Malditas!¿Porqué no caéis?, os lo pido, os lo ruego,
salid de mis adentros y caed por mis pálidas mejillas cuyo color es blanco como el marfil.
¡No oís! Salid os ruego y dejadme sosegarme por favor, os lo ruego, para que pueda aliviar mi ira, para llorar,
porque desespero.
No me ahogueís más, no me torturéis más,
porque aunque sea fuerte en el espíritu y tenga corazón de León
mi mente se siente fatigada de tanto gritar que me duele la cabeza
y mis labios temen incluso tiritar.
Mis suspiros son graves, fuertes, casi eternos, casi desesperadamente melancólicos,
¡oh!
Sólo deseo escuchar el aullido de los lobos
pero ni ellos cantan esta noche, pues han huido a no sé dónde.
Ni una estrella me puede consolar pues está cubierta de nubes
y su espesor es tan grande como la negrura de mi ser
que me clava con tal daño
que sangro sin poder cesar,
pero no muero porque no puedo
pero si pudiera morir, lo haría
pues sería mi más ferviente deseo
pero no es así.
Sólo siento este dolor en el pecho de mi desdichado corazón.
¿Porqué no huyes de mi,
y me abandonas
huyendo hacia las altas montañas
y allí,
te marchitas con el helado hielo de tu propio corazón?